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AVENTURAS Y DESVENTURAS EN SIGTES 2016(LA VUELTA A LOS ORIGENES) - Por Catulo Bernal.

"Me voy al Festival de  Sitges" - me dijo con una voz que sonaba como si hubieran atado un paquete de distancias y lo arrastraran por un suelo poroso - "Si vas, Catulo de las palabras bajo la sombra de ese árbol que no conoce sombra me encontraras".
Iba. La crónica del festival recuperado al centro de la ciudad del mar, la milonga playera en el crepúsculo y las milongas pos milongas con olor a brisa fresca me desvelaba menos que un reencuentro con Helena. Desde el duelo fallido a sifonasos en la Milonga del Oriental con el tipo blasón una madreselva prendida en el corazón a modo de enseña - metafórica y realmente - para sentirla cerca.  Liquidé como pude un par de talleres: "Retorica para tratar a Borrachos 2" y "como escribir poemas cuando desborda el río" que impartía a jubilados y me permitia complementar holgadamente los ingresos mensuales y me dispuse con mis mejores galas a abordar el expreso a Sitges, que pasa como saben, por muchos túneles hasta llegar prístino a la destinación, una posible metáfora de mis tormentos y mis angustias. Conseguí alojamiento en un hotelucho algo apartado para dos - El infaltable Pibe Pergamino venia conmigo-  y con el bolso mas ligero que mi ansia nos fuimos el sábado. Llegamos como a las cinco de la tarde, con el sol cayendo a pique sobre la humanidad quejosa que se arrastraba tras sus resoplidos. El trayecto con la maleta a cuestas -  aunque era un trecho corto - fue como un descenso a infiernos sudorosos. Pasaban las calles y el hotel, detrás de una vieja capilla, no aparecía. El Pibe parecía imperturbable con la chaqueta. "Si los tuaregs van enfundados, como yo me voy a a achicar con este calorcito de nada".
aquel, llevaba cual
 37 grados y ninguna partícula fresca en suspension.
LLegamos por fin al hotel, un parque y un jardín con arboles y arbustos nos aislaba del calor. Bajamos a la playa. Iba con un pantalón vaquero cortado,   una bolsita  con sanguches de milanesa y una botella casi congelada de Chardonay.  Nos fuimos los dos al agua como dos pibes: saltando y corriendo con grandes aspavientos. Allí donde adivine una hondura me tire medio de cabeza-medio de carpa. Era tan playo que me quedó la cara casi enterrada en la arena.
Me estuvo doliendo los quince minutos que estuvimos a la deriva de las olas.
Suerte que nos aguardaba la pitanza. Me calmó un poco el escozor. Pero la ansiedad no me la llevó la carne virtuosamente empanada.
A la vuelta precisamente calculada para ducharnos, cambiarnos, cenar e  ir al Retiro, note además un ligero inconveniente en las ingles. La tela mojada del tejano me rozaba. La ultima de las cuatro calles se me hizo un tormento. Llegado al bar del hotel, recordando un viejo consejo de los sabios ancianos me hice con una aceitera y me fui a acicalar con oleo para el encuentro.
Luego del baño, el ungüento casero mitigó la irritación, pero me dio también una nueva incomodidad:
Se me pegaban los slips. En todo el camino al centro, donde íbamos a comer, tironee como cinco o seis veces, pero aquello seguía incomodando. Ver todos los bares y restaurantes llenos hasta los topes no aligero mi malestar. Luego de deambular como parias nos metimos en el primer bar donde se podía comer algo que estaba relativamente vacío.
Luego de comer nos dimos cuenta por qué: Un plato de ravioles con boloñesa en donde habían desplegado el contenido de todos los frascos viejos de la cocina - sin pan - fue mi cena. El Pibe pidió una tallarines tan "Al dente" que parecían brochetas. Al pagar vimos como desde la puerta de la cocina un "Chef" con pinta carcelaria nos saludaba con cigarro en comisura.
En la puerta del retiro estaba  Claudio Cesar, eximio guitarrero y mejor persona, recuperandose del embate de uno de esos argentinos sabelotodos que creía venir a escuchar un cantante de tangos decadente y un contador de chistes al estilo Caligula y se quejaba del oneroso coste de la entrada. Una entrada a un festival que lleva sobre sus espaldas 23 años y mucho sacrificio, y que cuesta lo mismo que una entrada regular a la milonga en Tokio. Al pobre le temblaban las manos de los nervios y la adrenalina.
 Nos fuimos acercando a la pista. Lleno total, muchas caras conocidas y buen ambiente.  Gabi Sodini nos había guardado una mesa, muy cercana a la barra. En un rato le tocaba suplantar a Damian Boggio en los controles musicales. Así que apenas tuvimos tiempo de cruzar algunos comentarios y sorbetear algún cordial. Enseguida se fue para el escenario.
Mucha gente de afuera. Mucha milongueridad de Barcelona con el sol de la milonga playera y las ganas intactas. Ilustres visitantes de Portugal y también, en la mesa de Joseph y Teresa: Facundo Posadas y Ching Ping.  Prestigio, para una noche mágica con la presencia de los nuevos conocidos anfritriones:Toni, Alvaro y Alfonz a quienes deseamos muchos años de buen desempeño.
No me di cuenta hasta un rato después  a que se refería Helena con lo del Árbol sin sombra. Era un Farol, Un inmenso farol en el que estaba apoyada mirando como me despegaba los pantalones, con un vestido que tenia en esta ocasión una margarita. Me fui acercando en remedo chaplinesco con las citas y los versos todos en ebullición y pugnando. Como era natural al solo influjo de su aroma corporal se me fueron todas las palabras y comprendi que mi histrionismo era barato.
A ella no le importo. Bajo arboles umbríos vimos las exhibiciones de la noche, anunciadas por el maestro de ceremonias Rogelio Roldan, el alter ego del querido Claudio Frost: Pimero Claire y Dario Da Silva, un viejo conocido de las milongas rosarinas, allá lejos cuando era un muchacho circunspecto e iba al playón del parque España o al queridisimo y casi legendario Club Sarmiento. Preciosa exhibicion terminada con una romanza francesa. Y luego Alejandra Mantiñan y Aoniken Quiroga. Los que han seguido la crónica del sobrino Larrapumbi saben de Aoniken, su velocidad, su porte milonguera, la forma que tiene de desplazar toda su humanidad y transformarla en arte. Los que no, vayan a verlo alguna vez. Y si esta con Alejandra verna como se complementan y hacen algo único e irrepetible.  Podría describirlo, pero no sera ni mucho menos lo mismo que verlos.  Veanlos. Vean esa milonga que es la cima de su exhibicion. No se arrepentirán.
Hubo ronda de maestros y luego Gabi Sodini reanudo la milonga, con sus comentarios poniendo especial énfasis en el after. Se iba a hacer en la explanada al pie de la iglesia de Sitges. "Y despertaremos al cura para los casamientos" bromeaba.
Creo que en algún momento de la noche, abrazado en Pugliese a Helena sopese seriamente la propuesta.
Y es que  de los trajeados, a excepción de Oscar Aristoy, el Pibe y algunos mas, yo tenia las mejores galas.
Paseando de la mano nos fuimos acercando a la iglesia, mucho después de las dos y media, hora en que terminó la milonga Oficial.  Había ya un nutrido grupo de bailantes y una luna marciana y preciosa que salia del mar. A la sombra del muro estaba con su música Jordi Buges para que los que se habían quedado con las ganas pudieran desfogarse hasta la salida del sol.
Bailamos, nos mecimos, compartimos la noche corta como un suspiro, un anhelo o la dicha.  Bajo nuestros pies crujía lo que en un principio me parecieron piedras y eran testimonio de otros momentos plenos y recientes: arroz de boda. A los costados de la pista los maestros supervivientes seguían la duermevela del baile. Algún tecnologo probaba en auriculares personales la  frecuencia tanguera en consonancia con las tandas. Sentados al cordón de la vereda muchos sorbían fresca ambrosía o se sacaban fotos con amistades nuevas.
En un segundo todo cambio. "Tengo que irme" me dijo. Trabajo. "Pero Mañana...mañana."
No se si era verdad o lo decía por cumplimentar un viejo formalismo romántico.
Se me hizo larga la vuelta al hotel.
 Caí rendido y ni sentí la vuelta del Pibe, como a las seis de la mañana.
El domingo comenzó para mí a las doce y media. Una hora más tarde estábamos desayunando  en un restaurant afamado por su paella Parellada. Una disputa culinaria entre Sitges y Vilanova mantiene la incógnita sobre cual ciudad hace el mejor Xató( bacalao, escarola rizada, atún, olivas, anchoas y la famosa salsa).
Comimos como duques con el Pibe y nos encaminamos a la playa.
Omar Quiroga cumplía años y según decía iba a haber tertulia desde la una.
Con el sol de las cuatro a pique comprobamos que efectivamente había tertulia tanguera. En un fuenton con hielo había bebestibles. La mayor parte de la compañía "Tango Amado" estaba en el convite. Y también Antonia, Víctor, Gabi Sodini,  Naoko, Dario,  Montse y Josep y algunos más que mi cerebro abotargado por el calor, la paella y alguna copichuela de Blanco Chardonay me impide situar.
Sé que en algún momento me tendí bajo una sombrilla. Y que comenzaron a llegar los asistentes al festival para la milonga playera de las siete de la tarde. Sé que hubo disputa con un señor amargo que exigía permiso para la música. No le deben haber hecho mucho caso porque enseguida se colonizo la parcela playera .  Busque en vano a Helena. Me comenzó a doler un poco la sien. Decidí enfriarme en el agua y me zambullí con la nuca presionada.
Cuando salí del agua estaba peor. Baile una tanda de vals en la arena. El pibe valseaba de lo lindo. Yo sentía dureza, dolor, un creciente malestar en el vientre.
Me fui yendo hasta el hotel para descansar un poco para el reencuentro. De camino tuve una idea. Me compre un vasito de helado de limón para ver si aquello me aliviaba. Fue peor. Cometí el error de mandarme una cucharada colmada y el frío me penetró en el cerebro.
No se como llegué a  la habitación. Abajo en el parque había concierto de jazz con piano y trompeta con sordina. Me duche, me tire en la cama sin descansar. Mande un mensaje al pibe para que me comprara algo para mucho, mucho, mucho después.
Le pedí que me excusara como pudiera con Helena.
Tuve espasmos, sudor y tiriteras.
La Parellada y el Xató se fueron por donde habían ingresado.
"Ahhhhhh, me muero!, me muero!"-  gritaba en las sombras -  "Dejen de divertirse! "
Perdí la milonga despedida. Perdí la culminación de la historia con Helena.
Me despertó el pibe que volvía a las cinco de la mañana. En la mochila llevaba una pizza de roquefort.
Me sentía recuperado. Me vestí como pude y salí a buscarla alquilando una bicicleta y comiendo a la carrera grandes trozos de pizza.
El Pibe me gritaba algo, pero no le hice caso.
Iba sin esperanzas a la explanada de la Iglesia.
 A destiempo. Derrotado.
No quedaba nada. Ni música, ni gentes, ni arroz pulverizado.
Solo estaba la luna, la misma luna roja que alumbraba mi desdicha.
Quise ver en su brillo un mensaje. Bajo la luz de algo que parecía un árbol sin sombra, creí ver un papel. Adivine un mensaje dirigido a mi:
                                                                  "Se fuga la isla
                                                                   Y la muchacha vuelve a escalar el viento
                                                                    y a descubrir la muerte del pájaro profeta..."
                                                                
Pero no. No había mas que un trozo de periódico y una noticia que siempre es mala.

Me volví pedaleando sin disfrutar el mar, ni la noche, ni el silencio sin paseantes.
En el hotel el Pibe Pergamino sostenía en su dormida mano extendida la hoja de una agenda.
Bajo la luz del foquito del baño lei:
                                                        "Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
                                                         en los parabrisas de los coches estacionados
                                                         a lo largo del paseo Marítimo.
                                                         Pero no puedes perderte".

Bolaño.
Y un final sin final para el Festival Internacional de Sitges 2016.
Al que le estoy debiendo las palabras para la milonga de la despedida.
En todo caso, me quede con las ganas...
                                     

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